Y la Luz se Hizo
Todos Pecaron
Todos pecaron, y están destituídos de
la Gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por gracia,
mediante la redención que es en Jesucristo (Romanos 3,23-24).
La
Biblia habla más de ese momento en que nosotros habíamos
desobedecido a Dios por ceder a la tentación del demonio que nos
estaba engañando. Pero no fue uno solo el que pecó, fuimos todos
cuando aún éramos solo espíritus. Que cada uno pecó como muy
bien detalla el apóstol Pablo en la carta a los romanos:
Todos
pecaron, a una se corrompieron; no hay quien ame lo bueno, no
hay ni siquiera uno.
Sepulcro abierto es su garganta; con
su lengua engañan.
Veneno
de áspides hay debajo de sus labios.
Su
boca está llena de maldición y de amargura.
Sus
pies se apresuran para derramar sangre. Quebranto y desventura
hay en sus caminos, y no conocieron el camino de la paz, no hay
temor de Dios delante de sus ojos. (Romanos 3 10 18).
Nos
vuelven a confirmar estos versículos lo que se ha venido
revelando a través del relato de la creación del hombre, que
fuimos todos aunados en el pecado los que habíamos perdido la
Vida en Dios.
Y está bien claro: todos pecaron: “A una se
corrompieron”. Y cada uno pecó: “No hay quien ame lo bueno, no
hay ni siquiera uno”.
Está refiriéndose a las tinieblas
en las que estábamos en el primer momento cuando todos habíamos
pecado. Y ya cuando Dios concedió llegar aquí a este estado de
seres humanos o terrenales, en la Biblia vemos que desde
entonces unos empiezan a ver reflejos de Luz, empiezan a ver que
Dios creador, dueño absoluto, que protege y ayuda, está sobre
todos.
Y se nos dice que Abél busca el bien. Ya la luz de
la promesa había tocado el corazón del hombre. Y muchos desde
los primeros tiempos a través de la historia bíblica buscaban a
Dios.
Pero otros muchos representados en Caín no buscan la
voluntad de Dios, permanecen en las tinieblas, y son los que
no
están inscritos en el libro de la Vida. (Apocalipsis 20 15).
Todos aquellos que no han visto la Luz de la
salvación
(Apocalipsis 13 8), que no ven que todo les es dado
gratis, los que no han visto que Cristo vino a salvarlos también
a ellos; que Cristo vino a salvar a toda la humanidad, a todo el
que busque la Verdad, a todo el que busque a Dios y viva en
amistad con Él
(Apocalipsis 21 27).
Amistad que es seguir sus
mandamientos
(Juan 15 14).
Y todos estos, que “no están inscritos en el libro de la Vida
desde la creación del mundo”
(Apocalipsis17 8).
Esos son los que nunca se han vuelto a Dios,
nunca han respondido a las muchas llamadas que Él les ha hecho;
por eso la Palabra dice:
Pero los cobardes, los incrédulos, los
abominables, los asesinos, los impíos, los hechiceros, los
idólatras, y todos los embusteros tendrán su parte en el lago de
fuego y azufre que es la muerte segunda. (Apocalipsis 21 8).
La primera muerte es la que nos sobrevino cuando
desobedecimos el mandato de Dios en el jardín de Edén. Pero de
esta muerte sí podemos resucitar si nos acogemos a la redención
que nos trajo nuestro Señor Jesucristo
(segunda de Timoteo 1
10).
Y concluye la Biblia diciendo para todos los que no han
aceptado la salvación:
Fuera los perros, los hechiceros, los fornicarios, los
homicidas, los idólatras y todo aquel que ama y practica la
mentira. (Apocalipsis 22 15).
Y es que de
toda la humanidad caída en las tinieblas desde que comió del
árbol prohibido, van siendo salvados los que libremente elijan
seguir el Camino que Dios nos ha alumbrado
(Apocalipsis 3 5).
Todo el que se vuelva a Dios estará inscrito en el libro de la
Vida.
Jesús nos dice que
estemos alegres porque nuestros
nombres estén inscritos en el libro de la Vida (Lucas 10 20).
Qué lástima, podemos exclamar hoy que sabemos que todos
estos que habíamos pecado,, rechazando la Vida que Dios en su
Amor de Padre nos había dado, somos nosotros mismos. y
conociendo esta verdad, podamos libremente buscar a Dios y
amarlo sin límites por su gran Amor y providencia, cuando nos
creó colocándonos con infinita ternura en el jardín de Edén.
Y pedirle perdón por aquel primer pecado del que se han
derivado todos los males que sufrimos. Pecado que se ha llamado
original del que habíamos considerado que era heredado.
Y por
cuanto nos ha dado, darle las gracias porque aún cuando habíamos
pecado, Él se hizo presente a la hora de la brisa
(Génesis 3 8),
antes de que oscureciera sobre nosotros, antes que se hiciera la
noche y nos perdiéramos para siempre cayendo en la oscuridad
total. Y allí nos habló por su gran misericordia, y nos hizo
caer en la cuenta de que estábamos desnudos, desposeídos de
todos los bienes.
Éramos sólo seres espirituales que
voluntariamente nos acercamos a comer de lo prohibido. Cada uno
pecó como hemos visto, y según esta recopilación del apóstol
Pablo en la carta a los romanos, y los demás textos bíblicos que
se mencionan en este libro y los otros que haya, pues lo
importante es el Espíritu de la Palabra en la Biblia.
No
se transmitió el pecado involuntariamente “por contagio”, ni por
herencia, aunque por tradición así lo hayamos creído, sino que
cada uno miró, vio que era apetecible para comer y comió de
ello.
Y envueltos en el placer del pecado unos invitan a los
demás, que aceptan libremente desoyendo el mandamiento que Dios
Padre en su Amor nos había dado. Y todos pecaron.
Porque
todos habíamos pecado, vuelve a decir Pablo:
Todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados
gratuitamente por gracia, mediante la redención que es en
Jesucristo. (Romanos 3 23 24).
Y las Escrituras siguen
hablando de ello, por ejemplo, en Ezequiel:
El alma que pecare
esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre
llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él,
y la impiedad del impío será sobre él. (Ezequiel 18 20).
Y
aunque se haya entendido hasta ahora que habíamos heredado el
pecado de un primer hombre, de un solo hombre, y por este motivo
muchos no lo hayan creído por no entenderlo, por entender que de
Dios sumamente bueno, misericordioso, y todopoderoso, sería
contrario el que hiciera recaer el pecado de uno en todos los
demás hijos.
Hoy esta revelación nos lo aclara y nos hace
ver la verdad de nuestro origen.
Y por su infinito Amor nos
ha concedido el poder regresar a su Vida, a la gloria que nos
tiene preparada para lo que nos envió a su hijo Jesucristo,
Señor nuestro, porque por nosotros mismos nunca podríamos
retornar al Padre.