Y la Luz se Hizo
Seol o Regiones Inferiores de la Tierra
La Primera Muerte
Así lo dice Pablo en la carta a los Efesios (Efesios 4, 8 10). Y se vuelve a repetir lo que dice la Biblia acerca de la bajada de Jesús a ese estado, que es inferior espiritualmente al de la humanidad, desde el que han ido llegando hasta aquí los seres anteriores a nosotros, a nuestro tiempo, que es este en el que hoy nos encontramos nosotros.
Y dice así: confirmando una vez
más que Cristo bajó a rescatarnos porque permanecíamos como
cautivos. Así lo dice la carta a los Efesios, como hemos visto,
que corrobora esto:
Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,
y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿Qué es sino que
también descendió primero a las partes inferiores a la tierra?
El que descendió es el mismo que también subió por encima de
todos los cielos para llenarlo todo. (Efesios 4 8 10).
También la carta a los Filipenses vuelve a hacer referencia a lo
mismo:
Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra. Y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios
Padre (Filipenses 2 10). Todo esto que se dice en el nuevo
testamento denominándolo “regiones inferiores a la tierra”, es
el mismo estado que en el antiguo testamento se nombra como
“seol”. Y Jesús también hace referencia a esto cuando dice:
El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido
para dar buenas nuevas a los pobres ... A pregonar libertad a
los cautivos, y vista a los ciegos. A poner en libertad a los
oprimidos (Lucas 4 18). Es lo mismo que dicen los versículos
anteriores, de que llevó cautiva la cautividad.
Veamos que
tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo Testamento,
coinciden en esto:
Si subiera a los cielos, allí estás
tú, y si en el Seol hiciera mi estrado, allí tú estás (Salmo
139 8). Si fuera un lugar de condenación allí no estaría el
Señor.
Este “seol” al que se refiere el antiguo testamento,
es el mismo al que bajó también nuestro Señor Jesucristo, y que
se nombra también en Apocalipsis:
Oh Yahvéh, hiciste subir mi
alma del seol; me diste vida, para que no descendiese a la
sepultura. (Salmo 30 3).
Y es que la sepultura es sinónimo de muerte, de
condenación, lo que vuelve a ratificar lo que aquí se dice.
Porque tu misericordia es grande para conmigo. Y has
librado mi alma de las profundidades del seol (Salmo 86 13).
Está diciendo, que del seol hay salvación, que del seol se
sube como hemos salido también nosotros por medio de nuestro
Señor Jesucristo, que bajó en espíritu a liberar a los espíritus
encarcelados, como hemos sido liberados también nosotros y todos
los que nos han precedido.
Así también lo dice el apóstol
Pedro: En el espíritu fue también a predicar a los espíritus
encarcelados, en otro tiempo incrédulo cuando le esperaba la
paciencia de Dios, en los días en que Noé construyó el arca, en
la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvadas a
través del agua (primera de Pedro 3 19 20).
Jesús bajó en el
espíritu pues los que están ahí son espíritus.
Y ya en
nuestro estado de humanidad se manifestó como hombre.
Y la
Biblia en el antiguo testamento continúa haciéndonos ver lo
mismo:
Así ha dicho Yahvéh el Señor:
El día que descendió
al Seol, hice hacer luto, hice cubrir por él Él abismo y detuve
sus ríos y las muchas aguas fueron detenidas... (Ezequiel 31
15).
Este versículo está diciendo de que todo está bajo el
control y dominio de Dios, también en las regiones inferiores de
la tierra.
De la mano del Seol los redimiré, los libraré de
la muerte… (Oseas 13 14). Dice claramente que redime a los que
se encuentran en el seol.
Y dijo:
Invoqué en mi angustia a
Yahvéh, y Él me oyó; Desde el seno del seol clamé, y mi voz
oíste. (Jonás 2 2).
También todos nosotros hemos sido
liberados del seol que es lo mismo que “las regiones inferiores
de la tierra”. Y ya en nuestro estado de humanidad el Señor
sopló sobre nosotros su aliento, infundiendo a nuestros
espíritus caídos, un aliento de vida que es el alma, que a cada
uno de nosotros nos es dada al nacer.
Y luego a nuestros
espíritus caídos Dios además del alma nos dotó de nuestros
cuerpos que en el Génesis se denomina “túnicas de piel”, para en
nuestro estado, ser ya salvados definitivamente, porque Dios nos
ha concedido un año de gracia, que es este peregrinaje en el que
hoy estamos (Lucas 4 18).
Eran nuestros espíritus que Dios los ascendió desde el seol,
a los que el Señor les infunde el alma al llegar aquí dotándolos
de las túnicas de piel, como dice el Génesis, que son nuestros
cuerpos (Génesis 3 21 23).
Y
desde aquí tenemos que elegir el camino de la salvación o el de
la condenación eterna. Nuestro Señor Jesucristo nos ha preparado
un lugar, pues así le dice a sus discípulos:
En la casa
de mi Padre hay muchas mansiones, si no, os lo habría dicho,
porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya
preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde
esté Yo, estéis también vosotros. (Juan 14 2 3).
En la casa
del Padre hay muchas moradas y en el seol hay dos zonas: Este
seol al que hemos bajado todos porque habíamos pecado
desobedeciendo a Dios, fue la primera muerte que nos sobrevino
cuando fuimos expulsados de Edén, y que por su hijo Jesucristo
nuestro Señor, nos levantó hasta aquí, hasta esta humanidad. Y
está el otro seol de los condenados, donde van los que se
condenen para siempre, después de pasar por esta humanidad,
porque no aceptaron la Palabra de Dios que los llevaba al camino
de salvación, y en cambio caen en la zona de oscuridad absoluta,
que es la segunda muerte, de la que no habrá retorno.
Pero a todos los que se salven los llevará el Señor a la gloria
de la Nueva Jerusalén, para completar nuestro regreso a la
eternidad junto a Jesucristo que nos llevará al Padre.
Es lo
que dice la Biblia de “la Nueva Jerusalén”. “Vi la Ciudad Santa
de Jerusalén, la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto
a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí
una fuerte voz que decía desde el trono: “Esta es la morada de
Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán
su pueblo y Él, Dios con ellos, será su Dios.
Y
enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá
llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá
pasado (Apocalipsis 21 2 4). Veamos que aquí se dice que ya no
habrá llanto ni dolor, ni fatigas, porque es un estado de
felicidad completa.
Para los que creen que pueden salvarse
aunque tengan pecados que consideran menos graves, vamos a ver
lo que dice el Apocalipsis de los que no pueden entrar en la
Nueva Jerusalén:
Pero
los cobardes, los incrédulos los abominables, los asesinos, los
impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros,
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre: que es
la muerte segunda (Apocalipsis 21 9). Y la muerte segunda es la
condenación eterna. De la que habla el siguiente tema denominándolo el
seol de los condenados, al que van los que caen en la segunda
muerte, al fondo del abismo.